viernes, 2 de abril de 2010

LO NORMAL Y LO REAL, ¿VERDAD O MENTIRA?

LO NORMAL Y LO REAL,
¿VERDAD O MENTIRA?
Por: Sebastián Jiménez Ramírez
Existen tópicos de discusión en la dialéctica humana tan sumamente álgidos y controversiales que así se elucubre sobre ellos desde diferentes disciplinas y ciencias del conocimiento y desde las diversas experiencias del mismo ser humano; ha sido imposible llegar a un consenso que satisfaga las demandas y expectativas de los todos los individuos que interviene en la discusión, un consenso que dé respuesta las inquietudes iníciales y que permita concluir un concepto consolidado al respecto. Tal es el caso de las preguntas por ¿Qué es normal y qué es anormal? o la pregunta por ¿qué es la realidad?, cuestionamientos estos que han desvelado la razón y critica humana y respecto a los cuales se han generado más interrogantes que respuestas que alivien la inquietud por el saber.
En primer lugar, cuando hablamos de normalidad o anormalidad es necesario precisar desde que óptica estamos hablando, dado que los conceptos varían ostensiblemente dependiendo desde donde se estén mirando la normalidad y la anormalidad; de ese mismo modo es vital contextualizar el concepto, pues el solo contexto que sostiene la vivencia o la experiencia la clasifica en función de sí. Siendo más explicito, el concepto de normalidad y anormalidad es un concepto pleomorfo que cambia de significación dependiendo del ente que lo defina, es decir, para la salud por ejemplo, la normalidad es la ausencia de la salud y por lo tanto la anormalidad es la enfermedad y lo patológico; mientras que para la estadística, lo normal es aquello que está dentro de los promedios de una curva y lo anormal son los extremos de la curva que corresponden a lo no frecuente; así mismo la normalidad puede ser autointerpretada como el estado perfecto de balance bio – físico – emocional que satisface las demandas del ser en contraposición al disbalance de estos, lo que sería lo anormal.
Por otro lado, la normalidad y anormalidad no solo se definen desde la perspectiva desde la cual se mire, como ya lo mencione, sino también desde el contexto donde todos y cada uno de nosotros nos encontremos inmersos, y esto obedece un poco a la concepción de la normalidad como promedio, dado que todo aquello que se salga del promedio de conducta, de comportamiento, de pensamiento, de acción, de pensamiento; en pocas palabras todo aquello que sea identificado por las demás personas que nos rodean como no común y que por obvias razones se sale del espectro de lo común o de lo convencional; sea interpretado y calificado como anormal. Por tal motivo es fundamental conocer el contexto dentro del cual se desarrolla cierto tipo de acción, de conducta o de pensamiento, pues el solo contexto nos define su característica “patológica o no”.
No obstante opino que ninguna persona y mas aún quienes estamos inmersos en el mundo de la clínica, de los síntomas y de los signos y en general de la semiología psíquico – física del ser humano en las ciencias medicas podemos asumir el papel de jueces y determinar quien es normal y no, pues ésta no es bajo ninguna circunstancia nuestra labor dado que ninguna persona es “normal” del todo, porque cada uno de nosotros presenta diversos rasgos de personalidad que identifica, nos particularizan y nos hacen únicos y que nos hacen tan diferentes que para los ojos de los demás no seamos más que otra persona anormal simplemente por nuestros propios rasgos de ser y de comportarnos en el medio en el que estamos inmersos; es por esto que el rol de jueces de los demás no nos compete ni nos atañe; nuestra verdadera labor, la cual debemos hacer con el mayor profesionalismo es interpretar síntomas, identificar signos, diagnosticar entidades y tratar y rehabilitar seres humanos; y no asignar el rotulo y estigmatizar alguien como anormal porque para nuestro esquema de pensamiento es demasiado diferente o bizarro.
En segundo lugar, cuando hablamos de realidad, no debemos pensar en que lo real es lo que se puede tocar, es lo que se puede sentir, es lo que se puede evidenciar físicamente o aquello a lo que tenemos acceso a través de la evidencia; por el contrario, considero que, lo real es todo aquello que para nuestra razón existe sea físico o no, es decir, la realidad es aquello de lo que mi mente y razón tienen certeza que existe sea esto compartido por el entorno que nos rodea o no, porque lo real trasciende las fronteras de lo posible y solo basta que sea una convicción para el ser para que eso en lo que esa persona crea exista.
Con lo anterior me refiero a que la realidad es simplemente “lo que es real para mi” porque en mi psiquis existe toda una construcción mental alrededor de eso en lo que creo que le permite a ese algo existir; por ello la realidad o mejor aún, lo real, es un elemento absolutamente individual e independiente que no se discute ni se somete a consenso.
Para ejemplificar esto quiero plantear el caso de un paciente psicótico con un delirio de persecución muy bien estructurado y con alucinaciones auditivas ofensivas que le refuerzan el mismo delirio. Para cualquiera de nosotros que observa, escucha e interroga este paciente ese cuadro es una vivencia totalmente falsa e irreal creada por una mente esquizofrénica; sin embargo para esa persona todo lo que cree, ve y escucha es real puesto que, independientemente de su enfermedad, cree en ello y para si mismo es totalmente validad y vivida la experiencia; por ello es imposible entrar a discutir en ese momento con ese paciente la probabilidad de que lo que lo persigue sea real o no, porque para él lo único cierto y evidenciable es lo que vive y experimenta.
Simplemente y para resumir todo lo anterior quiero afirmar que lo real no es aquello en lo que el colectivo crea, vea o sienta; lo real es lo que cada persona siente, ve, escucha y siente y en lo que tiene convicción absoluta de su existencia física o etérea.

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